viernes, 1 de mayo de 2009

Las Múltiples Caras del Amor

Las Múltiples Caras del Amor
El amor es probablemente uno de los temas sobre los que más se ha escrito en la historia de la humanidad. Filósofos, poetas y profetas, desde Sócrates hasta Shakespeare, desde Jesús hasta Rilke el amor y sus variantes han sido la esencia de innumerables tratados, obras y poemas, pero no por ello estamos más cercanos a entenderlo. Lo vemos comúnmente como una vivencia mágica y misteriosa que no podemos explicar pero que mueve nuestras vidas. Ya sea el amor hacia la pareja, la familia o los amigos, en su sentido más amplio el amor es una parte primordial de nuestras vidas. La gran mayoría de nosotros vivimos en pareja y muchos otros en familia, y se dice que lo que nos une es el amor.
Aunque no lo entendamos bien, lo que generalmente sí sabemos es que en el fondo queremos sentir más de esa sensación agradable, cálida, y característica que reconocemos como amor recíproco con nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros amigos. Sin embargo ya desde aquí empiezan los problemas. El amor no sólo es una sensación positiva, dirán algunos, sino también implica sufrimiento en la forma de desilusión y frustración, por ejemplo. Entonces podemos preguntarnos, ¿qué hay detrás de esta emoción que contiene tantos bemoles? ¿Qué es realmente el amor? ¿Es una vivencia mágica más allá de nuestras posibilidades explicativas? ¿O podemos hacer un análisis de lo que llamamos amor? A continuación buscaremos analizar el complejo concepto del amor y presentar algunas de sus variantes.


Algunos componentes del amor

El Amor Pasional: el enamoramiento
Empecemos por este tipo de amor, que es con el que la mayoría de nosotros estamos más familiarizados, aunque su explicación sea la menos romántica. Es el amor por otra persona del sexo opuesto (o de mi mismo sexo), cuando en la presencia o anticipación del otro siento "maripositas en el estómago". Pero esta definición no es muy científica; muchas veces sentimos maripositas en el estómago cuando vamos a presentar un examen o una entrevista de trabajo (está muy relacionado con la ansiedad). La característica distintiva del amor pasional, según las teorías biológico-evolutivas, es que inicia con una señal clara del cuerpo: la excitación sexual. Finalmente este efecto hace clara la diferencia entre lo que sentimos por un amigo que lo que sentimos por una pareja: la atracción sexual.
Helen Fisher, una importante antropóloga-biólogista exponente de esta teoría, diferencia tres sistemas de amor fisiológico, cada uno con su componente neuroendocrino y con su función evolutiva particular. El primero consta de la atracción sexual indiferenciada (lust), el impulso vital de presentarse ante las demás personas y encontrar a los individuos de tu orientación sexual como atractivas en un nivel muy general. La hormona principal que produce este impulso poco diferenciado es la testosterona, la cual aunque está presente tanto en mujeres como en hombres, en los segundos se presenta en una cantidad de cuarenta a sesenta veces mayor que en los primeros. Aunque las mujeres tienen una mayor sensibilidad en sus receptores de testosterona que los hombres, y así se compensa un poco la diferencia, ésta es tan grande que podemos entender por qué los hombres tenemos fama de "perros": nos atraen fácilmente las mujeres a nivel poco diferenciado. En las playas podemos ver cómo a los hombres se les van los ojos frente a las féminas que lucen su bronceado cuerpo. Las mujeres, por supuesto, también tienen esta tendencia, algunas más y otras menos, dependiendo de la cantidad de testosterona que produzcan y la sensibilidad de sus receptores. Este tipo de “amor fisiológico” dura únicamente unas semanas.
El segundo sistema de amor fisiológico ya impulsa hacia una diferenciación mayor y a lo que generalmente llamamos amor: el amor romántico. Lleva a la persona a seleccionar a otra persona y a buscar el “apareamiento”. ¿Pero cómo escojo, a nivel fisiológico? El proceso principal mediante el cual se lleva a cabo este proceso es mediante la emisión de feromonas: mensajeros químicos que son expulsados hacia fuera del cuerpo, produciendo efectos similares a las hormonas que fluyen por nuestro propio cuerpo. Este sistema de comunicación interpersonal normalmente no es percibido de manera conciente, no se “huelen”, pero es el que determina hacia quién sentimos una atracción fisiológica y hacia quién no lo sentimos. Se ha descubierto que aquello que nos atrae es que la persona sea diferente a mí en el sentido más físico: a través de "oler" las feromonas de otra persona, lo que realmente estamos analizando la composición genética de una posible pareja. La evolución nos impulsa a que nos atraigan parejas que tengan una composición genética diferente a la nuestra, ya que de esta manera se aumenta la diversidad y así las probabilidades de supervivencia. Existen otras formas de atracción; sin embargo, ésta es primordial por su fuerza e intensidad.
Cuando nuestro olfato detecta un cuerpo compatible, nos prepara a la acción mediante un coctel de hormonas cuya composición es similar a la de las anfetaminas (dopamina, noradrenalina, serotonina, feniletilamina) y que nos producen el high característico de estar enamorados. Tiene dos efectos importantes de resaltar. En primer lugar, nos conduce a la idealización de la pareja: sus virtudes son grandiosas y sus defectos - ¿cuáles defectos? Cualquier adefesio se vuelve en Brad Pit. También nos vuelve adictos a la otra persona: queremos estar cerca del individuo en cuestión lo más posible (en realidad cerca de sus feromonas) y cuando se aleja experimento el down particular de no tener a mi estimulante cerca. Aunque lo peor llega si nos separamos permanente de la persona, porque experimentamos el síndrome de abstinencia, al igual que un drogadicto o un fumador tratando de dejarlo. ¡Con razón a veces no podemos dejar a nuestra pareja, aunque así lo deseemos! La atracción sexual es primordial en esta etapa y vamos conociendo a nuestra pareja en este sentido particularmente con la pasión que caracteriza esta etapa.
Sin embargo, el enamoramiento no puede durar para siempre. Biológicamente se presenta el fenómeno de la tolerancia química: entre más pasa el tiempo, más desciende la sensibilidad a las feromonas del otro, y empezamos a sentir que “ya no es como antes” y si nos confundimos, que el amor “se está acabando”. Aumentan los pleitos y como ya no estamos tan dopados, empezamos a ver los “defectos” del otro (¡que resulto que sí tenía!), y como elegí a una pareja muy diferente a mí por la razón ya comentada, resulta que sus defectos son hartos. La relación no cambia de un día para el otro, pero se puede entender como una curva decreciente que se va agotando conforme va pasando el tiempo. La duración de la luna de miel generalmente varía entre uno y tres años, pero hay algunos casos en los que la pareja logró que durara toda la vida.

Fischer, Helen, Why we love: The nature and chemistry of romantic love.
Fischer, Helen, Anatomy of love: a natural history.


Show me how deep love can be.
Sade

Amor de compañerismo: intimidad emocional
Si bien el amor pasional parecería amenazarnos con su fugacidad, el tercer sistema fisiológico generador de amor nos da esperanzas para seguir creyendo en un amor más duradero. Mientras que el amor pasional va desvaneciendo, otro tipo de amor se puede ir desarrollando : al amor de compañerismo. Este tipo de amor, aunque no suena muy romántico y es de cierta forma menos intenso que el anterior, es el que genera los lazos más fuertes, duraderos y estables entre las parejas. Los elementos hormonales claves para que se pueda desarrollar el apego de este tipo de amor son la de oxitocina y la vasopresina. La primera se produce al tener orgasmos, facilitando la cercanía de la pareja, aparentemente en un mecanismo para lograr que la pareja sobreviva el suficiente tiempo para que ambos ayuden al cuidado de los hijos.
Este amor se puede desarrollar a través de generar la intimidad emocional, no sólo la sexual, al conocer cada vez mejor a la otra persona y sentirse cada vez más cerca y más conectados. Generalmente este tipo de amor crece cuando la pareja tiene intereses similares y comparte experiencias variadas a través del tiempo. Comprendiendo cada vez más al otro se logra una familiaridad muy cómoda y si se maneja bien la relación va creciendo el aprecio por el otro a pesar de sus diferencias. En su forma más extrema, podemos ver el amor pasional en dos jóvenes que apenas se conocen y hacen el amor desenfrenadamente, mientras que el amor de compañerismo lo podemos visualizar como una pareja de viejitos caminando juntos en la playa, tomados de la mano, sin hablar, disfrutando de la compañía del otro. El amor pasional es, bueno, pasional en el mejor y en el peor de los sentidos, mientras que el amor de compañerismo implica un cierto apego y compromiso con la pareja a largo plazo, resultando en la voluntad de resolver los problemas que pueden surgir en la pareja. Asimismo la familiaridad puede llevar hacia una tolerancia hacia las diferencias y debilidades del otro. Como podemos ver, son los elementos que nos unen a nuestros amigos, pero con una atracción sexual adicional u originaria.
Como mencionamos, la curva del amor pasional en el tiempo empieza alto en intensidad y va bajando conforme pasa el tiempo. El amor de compañerismo se comporta exactamente alrevés: empieza bajo en intensidad y va subiendo conforme pasa el tiempo. Podemos pensar que en las parejas en las que crece el amor de compañerismo más rápido de lo que decrece el amor pasional, tienden a salvar su relación porque una sustituye la otra. Cuando la pareja no encuentra intereses en común y/o no tiene la madurez para sostener la relación el suficiente tiempo para que se consolide el amor de compañerismo, pues pueden pensar que el amor “se acabó”. Para evitar esta situación se necesita tener mucha comunicación, tolerancia y comprensión con las diferencias del otro.

Sternberg, Robert, A triangular theory of love.

El Amor maduro: racional

Ahora ya sabemos: el amor sí puede durar, al menos bajo ciertas condiciones. Ya vimos las primeras dos: una atracción sexual sólida que asegure el bienestar en el primer periodo del romance y el desarrollo de la intimidad emocional para crear un amor de compañerismo para cuando vaya flaqueando la luna de miel del primer periodo. Sin embargo, también comentamos que se requiere una tolerancia con el otro y además intereses y metas compartidas. Una relación de amor maduro es un amor inteligente, racional, y tiene una serie de requisitos para poder ser. Por ejemplo, tiene que ser realista: no se puede esperar que el amor verdadero implicará que una vez encontrados vivirán felices para siempre, sin peleas ni discusiones, dado que el mundo real no es como lo pinta Disney ni Hollywood. Además se requiere de una serie de habilidades de comunicación y autoafirmación para poder resolver problemas que surjan entre los dos y construir acuerdos basados en el consenso. Veremos ahora una perspectiva realista del amor.

El psicólogo Paul A. Hauck nos ofrece una perspectiva muy interesante sobre los cimientos que pueden sostener al amor. Después de advertirnos que su teoría no es muy romántica pero sí es realista, ofrece la siguiente definición del amor: es la emoción que se tiene por la persona que satisface mis necesidades y mis deseos más profundos. Un punto importante de esta definición es que el amor es un resultado de que mi pareja satisfaga mis necesidades y deseos: primero los satisface, después la amo por ello. En este sentido, el amor es una “emoción egoísta”. Cuando mi pareja se porta de tal manera que ya no me satisface, ya no la puedo amar. De esta manera, el amor “debe ser ganado”. Siguiendo la lógica de esta definición, Hauck explica las relaciones que no pudieron lograr que el amor sobreviviera como aquellas en las que las necesidades básicas de uno o de otro ya no se satisfacen. También existe el caso en el que nunca se satisficieron, pero se esperaba que en algún futuro el otro las iba lograr satisfacer. Por ello, Hauck recomienda ver las relaciones (en particular el matrimonio) como una empresa: cada uno contrata al otro para que cumpla la función de satisfacer sus necesidades y deseos. Bajo este esquema, lo que se necesitaría para lograr éxito en la relación es:

1. Descubrir cuáles son mis necesidades y deseos profundos.

2. Seleccionar bien a mi pareja para que sea quien pueda satisfacer dichas necesidades.

3. Desarrolla habilidades para que durante la relación se sigan satisfaciendo tales necesidades.

El primer punto es saber qué es lo que realmente deseo en la vida en cuanto a mi pareja. No importa cuáles sean, puede ser tan triviales o tan profundas como queramos, siempre y cuando seamos honestos con nosotros mismos. Por supuesto, este descubrimiento implica un trabajo de introspección y de cuestionamiento de mis condicionamientos que me enseñaron a esperar y pedir lo que no me interesa realmente y a no reconocer aquello que en el fondo deseo y necesito. Una vez que ya sé lo quiero, el siguiente paso es la selección de la pareja. Necesito elegir aquella pareja quien hoy satisface mis necesidades, porque difícilmente se puede esperar que si hoy no lo hace, mañana sí lo hará. También es importante recordar que la pareja perfecta no existe, pero que si tengo claro mis prioridades de necesidades, sí puedo encontrar a una persona que satisfaga las más importantes. Aún hay mucho camino por recorrer después de haber seleccionado a la pareja. Ahora hay que meterle coco para saber cómo puedo asegurar que me siga satisfaciendo mis deseos profundos. Por un lado, desarrollar la habilidad de la comunicación es esencial: tan importante es comunicarle lo que realmente necesito como repetírselo tantas veces como sea necesario, preferiblemente de manera amable pero firme. Sin embargo Hauck nos advierte que las acciones hablan más fuerte que cualquier palabra, y que si no se está cumpliendo el acuerdo, el otro no me satisface y ya lo hablé, sugiere que se haga lo que las empresas hacen cuando no se cumple: se van a huelga. En la pareja este concepto puede querer decir una multitud de estrategias, pero todas basadas en no claudicar la petición de satisfacer las necesidades y la aplicación de medidas punitivas para presionar a que se haga. Siguiendo los principios que rigen la conducta humana, estos castigos son necesarios cuando la charla no ha resultado. Las personas nos guiamos más por lo que vemos del actuar del otro que por lo que oímos de ellos: en general el comportamiento que es premiado se repite y el que es castigado se evita. Aunque pueden aparentemente crear problemas, a largo plazo son las acciones que pueden salvar una relación, ya que permiten que la relación siga satisfaciendo las necesidades de ambos.

También toca otro punto muy interesante, que es cómo lidiar con un momento de neurosis de la pareja. Todos tenemos nuestros cinco minutos, y entre más preparados estemos para lidiar con los de mi pareja mejor librados vamos a salir ambos. Lo primero y más importante es no enojarnos. Los humanos somos falibles e inevitablemente vamos a tener nuestros momentos poco agradables. Generalmente estos ocurren cuando nos desborda la emoción; esta misma emoción interfiere con nuestros procesos cognitivos y por lo tanto actuamos como tontos. Digamos que es nuestra prerrogativa humana de que estos momentos van a suceder. Si no lo puedo cambiar, ¿para qué me enojo? Mejor en vez de tratar de regañar y cambiar a mi pareja, busco cambiar yo primero y en su peor momento brindarle mi mejor cara y tratar de comprenderla y apoyarla. ¿Acaso no sería como me gustaría que me trataran a mí en mis momentos de debilidad? Recordemos que estamos del mismo lado y en vez busquemos resolver el problema, si es que hay uno (aparte de la emoción).

Hauck, Paul A., Marriage is a Loving Business.

Y en las siguientes entregas:

El Amor maduro: racional
· Decisión y compromiso.
· Polaridad, Amor, PV: semiología.

El Amor espiritual: altruista

El Amor hacia uno mismo

El Amor impersonal